Daniel Fernando Peña 1102
Por
su parte todo empieza en la década de 1990 a partir de la rivalidad entre
hinchas de Club de Bogotá, Medellín y Cali, cambia radicalmente la manera en la
que uno se sentaba pasivamente y felizmente a ver sudar el equipo de futbol al
que uno seguía, no es lo mismo hoy en día colocarse la camiseta porque va a
jugar el equipo a colocársela para alardear que uno ama ese equipo, que no
importa los partidos que gane o pierda uno siempre estará allí ante todo.
Yo
creo que muchas personas dejan de portar el buzo de su equipo por miedo, no de saber que va a perder sino de
saber que puede ser lastimado solo por el hecho de que nadie respeta el derecho
a la libre expresión, no respetamos la cultura que llevábamos sino que cada
quien quiere imponer sus reglas y no seguir lo acordado.
Las
barras bravas se convierten para quienes asisten en una familia, un espacio
donde construyen ideales de un mismo fin y donde al individuo le es permitido
una liberación de sus tensiones; para nadie es un secreto que esto es de
jóvenes porque los adultos ya son aguafiestas, sin embargo yo pienso que es
mejor ver un partido de futbol que no sirva de excusa para actos de vandalismo.
Pongamos
seriedad ante el asunto, no dejemos que el miedo someta lo que amamos porque
quienes son estos individuos sin capucha que nos intimidan cada vez que el
equipo de sus amores juega, no son parte de nuestra vida ni de nuestros
pensamientos.
No
estoy de acuerdo con los que quieren apagar nuestro amor hacia el futbol, no sé
ustedes pero yo no me voy a dejar manipular por miedo. Tomemos decisiones por
si solos, no dejemos que el partido nos apague el amor, o al contrario que nos
llene de rencor. Porque no somos capaces de convivir juntos si todos venimos a
compartir los mismos derechos.
Empecemos
a cambiarle los ojos al mundo, no dejemos que la hinchada nos maneje en cambio manejémoslos a ellos, ¿por qué no cambiarle las cartas al juego?. ¿Por
qué no dejamos el miedo a un lado y demostramos el amor que le tenemos al
equipo’